Adrián Iaies — Buenos Aires, Jazz, Melancolía y Estilo
Adrián Iaies, pianista, compositor y arreglador, es uno de los músicos de jazz con una carrera más larga, prolífica y, lejos del último lugar en importancia, coherente. Ha grabado más de veinte discos, actúa casi cada fin de semana y se ha presentado en España y varios países de América. Fue, en 2023, el responsable de pensar y realizar las orquestaciones del espectáculo con el que el Teatro Colón de Buenos Aires homenajeó un disco histórico de la música argentina, Artaud, de Luis Alberto Spinetta, a cincuenta años de su publicación. Y fue, durante casi una década, el director del Festival de Jazz de su ciudad natal.
Se reconoce, claro, como un músico de jazz. Pero, además de haber incluido bandoneón en alguno de sus discos y de coquetear con títulos como “Round Midnight y otros tangos” ha recorrido en repertorio nutrido con tangos de Cobián y Cadícamo, o de Dames y Sanguinetti, con zambas del salteño Cuchi Leguizamón, temas de Charly García y canciones de Joan Manuel Serrat. Podría tratarse de un exceso de eclecticismo. O de una voluntad pintoresquista. Pero en su música no hay nada de concesión a la postal ni a la cita fácil. Y el hecho de que se hable de “su música” ya da un indicio. Tanto en sus propias obras como cuando aborda otros autores, pertenezcan al género que pertenezcan, lo que prima es su estilo. Su mirada. Un gesto. “Yo no sé si existe, con certeza, un ‘jazz argentino’ –dice–. Algo que cualquiera, en cualquier parte del mundo, pueda reconocer como una pertenencia particular. Me gusta pensar que sí. Yo la escucho. Hay una manera, que podríamos llamar melancólica, que está sin duda emparentada con el tango, y que aparece aunque no queramos. Aunque no pensemos en ella. Pero claro, mi escucha no es inocente. Creo, en todo caso, que si algo es auténtico, aparece solo. Sin necesidad de estar haciendo ningún énfasis particular”.
En rigor, la jugada de Iaies es auténticamente jazzística y se conecta con una de las características esenciales del género: el juego entre fondo y figura. El jazz, históricamente, se basaba en el diálogo entre una canción conocida, muchas veces un hit reciente, y lo que el músico hacía con ella: en un guiño hacia la educación sentimental del propio músico y de sus oyentes. Y lo que hace Iaies es reconstruir ese intercambio a partir de materiales que están en el inconsciente colectivo de un público que ya no ve películas de los años ’40 ni tiene a Frank Sinatra como su músico de cabecera. Si el jazz es esa suerte de contraste entre lo conocido y lo nuevo, lo que Iaies hace es partir de lo realmente conocido, por lo menos para un oyente del sur de América latina: el rock en castellano, Serrat, aquello que se conoció y divulgó como folklore y el tango
“Ya no se escuchan discos como tales –reflexiona el pianista– pero a mí me gustan los discos, los considero valiosos. Me eduqué con ellos. Son un testimonio de un momento determinado en la vida de uno y no me resigno a no hacerlos, entonces busco la manera de poder seguir haciéndolos. para no tener que dejar de hacer discos. Un disco no es una cajita con una cosa adentro. Es un concepto abstracto. Y la historia del jazz se ha construido, y lo sigue haciendo, con discos. Pero es cierto, también, que cada vez es más difícil hacerlos, en términos económicos. Lo que sucede es que el sistema está totalmente corrompido.”
Iaies ha buceado en infinidad de formatos, puntuados con regresos al trío clásicos -piano, contrabajo y batería– y a los solos. “Siempre dije que el material esencial del jazz, que su célula básica, es el trío de piano, contrabajo y batería”, afirma. “Y no obstante, viendo mi propia producción, reparo en que he hecho realmente muy pocos discos con ese formato.” Están los tríos que salen de lo común, como alguno que incluía trompeta y excluía la batería, o los grupos en los que incorporó bandoneón –Gabriel Rivano primero, Pablo Mainetti después, más adelante Michael Zisman– o una de sus especialidades, los dúos (con el contrabajista Horacio Fumero, con la cantante Roxana Amed, ocasionalmente con Liliana Herrero). Hay un especial gusto por la intimidad. Por la introspección. Algunos de los títulos de los discos pasados lo ponían en evidencia –Nostalgias y otros vicios, Melancolía–. Y una de las canciones de Cada mañana te trae, bromeando con el estilo de los títulos de standards, lo explicita de manera brillante: “Happiness is not my Business”. De todos modos, los nombres poco importan. Basta con escuchar Goodbye, un disco de baladas (“mostly ballads”, podría decirse, parafraseando un álbum maravilloso del pianista Steve Kuhn) para entender como Iaies ha convertido a la melancolía en una de las bellas artes.
“El repertorio no es solo el nombre de los temas”, explica. “Elegir el material conlleva también tomar decisiones, anticipar el tratamiento. Y si uno, al elegir un standard, ya se va imaginando cómo lo va a encarar con el grupo y cómo va a sonar en manos de esos músicos en particular, en el caso de la composición es aún más claro. Uno piensa en términos de tema e improvisación, pero piensa de manera integrada, uno se imagina cómo van a ser las improvisaciones de esos intérpretes y escribe teniendo eso en cuenta. Por otra parte, mi modelo siempre es la canción. Yo parto de una melodía, nunca de un riff, o de un motivo rítmico o una secuencia de acordes. Invariablemente en el comienzo hay una melodía que después se va desarrollando. Y me gustan los solos que trabajan melódicamente y, seguramente, elijo músicos que tienen una alta capacidad melódica, porque con ellos es con quienes me siento a gusto pero, más precisamente, porque sé que es con ellos con quienes la música que compongo va a sonar como quiero que suene. Siempre que se incluye la improvisación hay una parte de uno que se cede. No están todas las notas, ni siquiera todos los climas. La obra va a terminar de componerse al ser tocada. Y ninguna vez va a ser exactamente igual a otra. Entonces uno deja eso librado al azar sólo hasta cierto punto. Elegir los músicos, y pensar la música para ellos, es una manera de controlar. En realidad, creo que la mayoría de las veces yo sé con exactitud cómo va a sonar un tema y el clima que va a tener.”
Por Diego Fischerman.